lunes, 28 de junio de 2010

...y te diré como eres


Para aquellos que se guían por las etiquetas sociales soy un dolor de muelas. 

Prueba definirme. Nacida en extinguida Unión Soviética, crecida en las estepas de Kazakstán, mi padre es ruso, mi madre española, viví en Ucrania, España, Filipinas y abierta a todas las posibilidades. Estudié económicas en Ucrania, Publicidad y Relaciones Publicas y asistente de veterinario en España, periodismo en Manila, mandarín en un templo Budista. Trabaje de vigilante de seguridad, niñera, planchadora, video creadora, asistente de veterinaria, trabajo como escritora, link builder y, próximamente, como profesora. Soy mucho más de lo que puede contar mi currículo.
 
Dijo Alex Toquevil que es necesario heredar el básico etiquetado del mundo porque la vida es demasiado corta para volver a explorar y etiquétala por ti mismo. Pero, ojo, insiste en lo del básico para que podamos en su base definir los conceptos más complejos. Las etiquetas vienen rellenas de sus características apropiadas, solo basta con reconocer las formas para que su contenido aparezca en la mente. Así, Confucio afirmó en su día: “Veo tres personas andando y puedo decir quién de ellas será mi Maestro”. 

Pero en qué momento las etiquetas han tomado el control de nuestras vidas? Cuando dejaron de orientar y han pasado a dictar los comportamientos, gustos, compañías y las directrices vitales? Nuestros lugares de nacimiento, licenciaturas y profesiones han esclavizado nuestra libertad de ser. Pero claro, elegir libremente cansa, y los guiones sociales se ajustan tan cómodamente a la existencia. 

Atentemos contra las expectativas, salgamos de las sendas, atendamos las demandas de la propia felicidad. Hagamos locuras, pequeñas pero suficientes para devolver la flexibilidad y espontaneidad al rígido mundo de los debo y los tengo que. Juguemos a desconcertar a la media estadística, la cara de sorpresa que podrá no tiene precio.

1 comentario:

  1. Me viene a la memoria un capítulo muy bueno de "Sex in the city" (sexo en Nueva York). En él, la abogada parecía (erroneamente) antes sus jefes como lesbiana. Entonces su jefe y entorno, cambia hacia ella y la invitan a su casa, etc. Sólo por poder tener una etiqueta ya sube muchos enteros. Y es que a la gente le desconcierta muchísimo no poderte meter en un grupo.
    Los "inclasificables" inspiramos desconfianza.
    Eso es un hecho clarísimo. Y no es por maldad, ni por manía. Yo creo que es porque les recordamos que se podía elegir, que cuando su vida se haga insufrible, les quitaremos esa coartada de "tenía que".
    Les recordamos que pudieron ser ellos mismos, y arriesgarse a ser queridos a pesar de ser diferentes.
    Les recordamos que había otra opción que su estrecho cubículo.

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