Siempre he sido de quejarme mucho. Claro que me gustaría pensar que es un rasgo del carácter inconformista, la mirada crítica de la inteligencia subdesarrollada, una manera realista de ver el mundo. Pero me temo que no es más que un sobrecrecimiento de la importancia del propio yo en busca del victimismo teatrero unido a la visión pesimista. Y me pregunto, como me habéis soportado todos estos años.
Dijo Umbral, sí, sigo fiel a mi querido Umbral, que el universo no existe hasta que no lo pronunciemos. Flota suspendido en las intuiciones, sombras, incertidumbres y, solo al verbalizarlo, toma forma y se solidifica. Quejarse es una forma de dar vida a la negatividad del universo que se vuelve en contra de sus propios creadores.
Tomemos la iniciativa, seamos los creadores del positivo. Cuando los malestares nos abrumen sigamos viviendo sin darles la oportunidad de nacer verbalmente. Y puede que la inercia del sabio cuerpo nos retorne a la salud. Cuando los bloqueos creativos nos estanquen, sigamos creando y del hábito renacerá la belleza de la expresión. Cuando las tristezas nos invadan, sigamos sonriendo y la positividad fingida nos devolverá las carcajadas sinceras.
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
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