Me preguntan qué es lo que me atrae tanto de Filipinas.
Hoy estuvimos en un atasco monumental tan característico de la congestionada Manila. Después de horas arrastrándonos a paso de caracol, finalmente llegamos hasta el cruce causante del desastre y, en medio de las hileras de coches pitando y conductores impacientándose, vi imposible: un policía de tráfico bailando chachachá. Marcaba el ritmo con su culito embutido en prieto pantalón del vistoso uniforme, mientras pretendía estar dirigiendo el tráfico. Un dos tres, un dos tres, intercalaba las sonrisas radiantes en respuesta a los pitidos de apoyo. Un dos tres, un dos tres, vivía el ritmo a pesar del sofocante calor y del nerviosismo en masa tan desalentador. Un dos tres, un dos tres, y la angustia de la espera se diluía en la descarada alegría de un policía de tráfico bailando chachachá.
…defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
Y sin saberlo, baila policía anónimo al compa de la rima de Mario Benedetti.
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