En uno de los libros de José Antonio Marina venia una distinción que en su tiempo me pareció genial. Se trata de diferenciar entre la inteligencia computacional e inteligencia ejecutiva.
Inteligencia computacional se dedica exclusivamente a recopilar los datos a modo de enciclopedia. Dentro de esta primera también entran los módulos básicos de comportamiento que funcionan por debajo del nivel consiente, como miedo, por ejemplo.
Y a otro nivel esta la inteligencia ejecutiva que se encarga del control y dirección de la primera. Y es esta misma, la que es responsable de adecuar la reacción emocional a cada situación, elegir el comportamiento apropiado, de establecer y cambiar las metas vitales.
Esta distinción permite explicar porque hay ingenieros nucleares que son incapaces de freírse un huevo sin quemarse con el aceite y los analfabetos que llegan a guiar masas.
Dentro del budismo he encontrado una diferenciación parecida. Hacen hincapié en invertir en sabiduría, en vez de en conocimiento.
La acumulación del primero nos hace más inteligentes, la grandeza de la segunda, más felices.