Es la primera vez que estoy aprendiendo a aprender sin la recompensa. Todos estos años del trasvase intelectual del sistema al individuo me he acostumbrado a pensar a cambio de valoraciones ajenas. Pensar a demanda. Y si se me ocurría algún pensamiento potencialmente valioso fuera del horario sentía la necesidad urgente de obtener su valor exponiéndola al alguien de referencia para mí.
Las monjas muestran una indiferencia casi ofensiva hacia nuestra evolución intelectual. Las ideas que exponía con tanto aplomo en mi diario no las inmutaban en absoluto, y si lo hacían lo mantenían en silencio. El camino del crecimiento personal es personal, perdonen la redundancia, y es el propio bienestar el que hace del indicador del acierto. La conclusión me ha costado horas de impotente frustración que mordía mi intelecto con rabia salpicando los demás de malhumor y quejas. Pero la lección es valiosísima en si porque libera el intelecto. Ahora pienso para mí misma en vez de recitar en voz alta.
Yo también hago eso. Creo que por dos razones positivas. Igual con menor intensidad, porque cuando más lo necesitaba que era en mi adolescencia "ESTABA SÓLO COMO UN PERRO".
ResponderEliminarAsí que me acostumbré a no tener esa "referencia".
Las dos razones que creo positivas son:
a)Compartiendo nuestra evolución nos sentimos menos solos.
b) Es bueno contrastar tus ideas con gente válida para ver si sus opiniones te llevan a corroborar, modificar o replanterarte las tuyas.
Hay una tercera, que no será positiva pero creo que es muy normal. A mí al menos me pasa. Es el deseo de presumir: "Mira que idea tan buena he tenido". Oye, ya que a uno no le van a halagar la belleza física, que pueda cultivar un poco la vanidad en algún campo.
A mí no sólo me parece muy bien que corrobores el valor de una idea exponiéndola a alguien de referencia para tí.
Lo malo es que concedas demasiada importancia a lo que esa persona diga. Yo creo que el secreto consiste en un buen equilibrio entre la permeabilidad que da la inteligencia, y confianza tu modo de pensar que da una personalidad asentada.
¿Como se consigue ese equilibrio o donde está?.
No sé, pregunta por ahí, yo sólo llego hasta aquí.
La primera opción no me vale ya que después de exponer mis pensamientos en la mayoría de los casos me siento más sola que antes. Ando desincronizada con la opinión pública.
ResponderEliminarLa segunda, es un paso lógico en cualquier proceso mental. Atentar contra ella me llevaría a la ignorancia.
Por supuesto, hablo de la malignidad de la tercera opción que esclaviza el pensamiento de uno bajo el dominio de los otros. Dejar el proceso mental a la merced de la vanidad tiene un alto precio de la perdida de la autonomía y de la eficacia del mismo. La importancia de una idea no se determina por su autor sino por su utilidad. Y es la aportación al comportamiento universal el máximo premio.
Mi querido Umbral decía que la escritura no debe ser creativa. El autor es un mero medio para expresar las ideas, cuanto menos interfiera o contamine su yo la escritura más auténticas serán sus libros. Mi querido Umbral ha llegado antes a la misma conclusión pero que importa el orden ante la belleza y universalidad de la sabiduría.