lunes, 16 de agosto de 2010

Equivocada de nuevo


No es la felicidad el objetivo a perseguir. La meta somos nosotros mismos, la felicidad viene añadida una vez desaparecido su único condicionante, el miedo. De allí que la felicidad siempre parece agazaparse en las soluciones más arduas e inalcanzables. Es como si quisiésemos subirnos al tejado de un solo salto sin pasar por las escaleras.
Dijo Nietzsche que todo idealismo frente a la necesidad es un engaño. Y es a lo que me he dedicado los últimos meses, me temo. A retener la necesidad de la tristeza bajo los castillos de arena. Pero los extremos son famosos por caernos de ellos.
Y un día de estos me encontré en casa, aquejada del hastío por todo. De tener que vivir a contracorriente, de los retos, de las miradas, de no encajar, de la gente extraña e imprevisible, de la lengua impronunciable, del sexismo extremo, del karaoke, de tener que dormir a las 10, del transporte público, del trafico, del regateo constante, de los alumnos vagos, de los jefes tacaños.
Todo gran cambio se construye con dos pasos de frente y uno retrocediendo. Cuanto más alto estamos más eficientes nos volvemos invirtiendo los puntos de vista pero, mientras tanto, porque no un poco de Tom Waits y una peli de llorar, que la niña esta quejumbrosa.

2 comentarios:

  1. “La Chica del Puente” con Daniel Auteuil, Vanessa Paradis, Patrice Leconte. Del director de “La mujer del peluquero”, Patrice Leconte.
    No sé como nunca te he oído hablarme de ella. Una delicia.

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