miércoles, 1 de septiembre de 2010


Tómate un respiro, hondo, siente como la vida trepa por tus pulmones, retenla y luego déjela libre. Maravíllate de este intercambio entre universo y tú. Estírate, como si no estuviera nadie mirando, para tomar la conciencia de tu cuerpo, relegado a servir en la vorágine de la rutina. Míralo, manéjalo, observa las huellas que vas dejando en él y maravíllate de su resistencia y perfección.  

Reten el momento, apaga el piloto automático y coge el volante. Desconecta las previsiones a largo plazo, concéntrate en estar, aquí y ahora, despide segundo tras segundo como si fuesen años. Cierra los ojos, cambia de escalas, absorbe con la conciencia lo destinado al subconsciente, satura los sentidos y maravíllate de la sincronía.

Y cuando el momento le devuelve a tu vida su verdadera importancia, cuando el júbilo por estar supere las expectativas de porvenir, entonces sonríe. Y así, armado de sonrisa y de la conciencia de la vida, empieza a fabricar tu propia felicidad.