Otro de mis deberes pendientes es la compasión. Mi naturaleza absolutamente individualista y antisocial me hace inhabilitada para su práctica. Además si practico algo parecido a la compasión lo resumo al círculo cerrado de los amigos y familiares. Pero los budistas insisten en su absoluta necesidad para la felicidad diaria. Y porque no probar?
Diseccionando la compasión puedo ver claramente dos niveles en su práctica. Creo que el primer nivel seria la empatía, el segundo, superior, la compasión. Mientras la empatía solo se traduce en identificar los sentimientos y estados de los otros, imparcialmente, y no requiere implicación personal, la compasión pasa a la acción, como ayuda, apoyo, perdón etc. O al menos a la intención de acción aunque esta no se realice finalmente.
Y por donde empiezo me pregunto yo. Uno no se despierta compasivo de noche a la mañana. Y aquí está el método. Uno de los más útiles ejercicios es en una situación intentar ponerse en lugar de otro y sentir desde su piel. Me gusta porque así como la compasión suena a algo abstracto, este método es perfectamente practicable y te eleva al primer nivel, empatía. Luego el paso al siguiente nivel es lógico y natural.
En lo que sí he pensado es que podemos facilitar el trabajo al otro para la práctica de la empatía verbalizando nuestros sentimientos. Creo que si ante un problema lo primero que hago es contarle al otro como me siento (ojo, no como me han hecho sentirse), sintonizo mis sentimientos con los suyos y es más fácil avanzar hacia una solución común.
Creo que puede ser una buena aportación al comportamiento universal.