viernes, 9 de julio de 2010

"Me niego a digerir la agonía"



A estas alturas una presumía de saber distinguir las necesidades inherentes de las artificialmente añadidas. Pero un hecho reciente me ha hecho cuestionarme. Solo la ignorancia nos vacuna contra las sorpresas.
Siempre he sido  amante de la carne, especialmente en su versión más salvaje: poco hecha, con el interior palpitando y doradita por fuera, solo adornada con las gruesas escamas de la sal marina y delicioso olor a leña, si procede. Mi dieta de la habitante del Este del Europa no me dio la oportunidad de elegir. Los crudos inviernos necesitan de grasas para sobrevivirlas con éxito. 
La condición indispensable para entrar en el templo era la dieta vegetariana. Empecé a sufrirla incluso antes, compensando la futura abstinencia con exagerada ingestión. Pero, una vez dentro, sorprendentemente, el arte de la cocinera suplantó la ausencia. Lo que nunca pensé es que tendría, incluso, un efecto contrario. No solo no necesito la carne, ahora la aborrezco. Solo con imaginarme meter un bocado sangriento de un animal muerto en la boca me produce arcadas. Lo que daba por una necesidad básica ha resultado ser prescindible.
Dicen los budistas que la dieta vegetariana es indispensable para alcanzar la pacificación de la mente. Si unas proteínas vuelven locas a las vacas, porque no su ausencia nos reconcilie con nosotros mismos.

1 comentario:

  1. Es curioso, yo he vivido (quizás durante poco tiempo) esa dieta y comparto contigo que me encantó. Me sentía bien, me parecía deliciosa. 100% a favor. Pero de vuelta al mundo carnívoro, me reincorporé tan ricamente.
    Ayer sin ir más lejos pusimos en la barbacoca cosicas de cerdito... Y firgen santa, como estaban las morcillicas.
    Ahora que los champis a la brasa, también quitan el sentido.
    Respecto a las proteínas que vuelven locas a las vacas. Los priones. Es un universo que ahora apenas empezamos a vislumbrar.
    Pero las ovejas llevan siglos sufriendo Scrapie, una enfermadad por priones, y orígen del "mal de las vacas locas" y sólo comían hierba.
    Ya sabes, la filosofía y la ciencia, no casan muy bien.

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