En algunos de sus libros A. Jodorovski comentó sobre ese miedo que tienen los adolescentes de hacerse presente. Y por alguna misteriosa razón siempre acaban por destacar más y atraen como un imán las burlas y bromas de los demás. Él contaba sus propias sensaciones pero las sufríamos en conjunto, el rememorando y yo viviendo en directo el mismo guion.
Entonces me impactó mucho la solución que le daba al problema. Tanto que la recuerdo después de casi 10 años con la nitidez absoluta. Él se imaginaba invisible y, entonces, los demás dejaban de percatarse de su presencia. Así de simple y complejo a la vez.
Quitándose la importancia, uno mismo se vuelve intrascendente para los demás. Ha sido mi panacea a lo largo de estos años. Cuando el pánico ante los demás me paralizaba, cuando el miedo escénico me impedía ver mas allá de mi misma practicaba la invisibilidad y dejaba a los otros componer la realidad.
Siendo la única blanca en los 50 km a la redonda no es de extrañar que me venga a la memoria aquella solución. Pero ya no la llamo la invisibilidad. Encontré el término más apropiado. Así, mientras las manadas de los turistas se mueven en la ceguera de la propia importancia, la humildad camufla la blancura y me permite convivir en vez de hospedarse.
Muy bueno tu blog, me lo leí casi todo.
ResponderEliminarNo tengo mucho para opinar porque coincido en todo, pero tenía que felicitarte por el trabajo.
Saludos.