Erase una vez un avestruz que vivía en un zoo. Una soleada mañana el empleado del zoo le encontró fuera de la jaula. Disgustado capturó al delincuente y construyó las paredes de la jaula más altas. Pero al día siguiente volvió a encontrar al avestruz pastando fuera de su jaula. Enojado, volvió a levantar la pared pero al día siguiente paso la misma historia. Deprimido por su incompetencia, renuncio al trabajo, y dejo la cuidad.
Todos los habitantes del zoo se sentían intrigados sobre lo ocurrido, así que el tigre decidió preguntarle al avestruz como conseguía escaparse a pesar de las paredes. “Debes de tener unas piernas fortísimas, dijo, para poder saltar una pared tan alta”. “No es cuestión de piernas, dijo avestruz, la puerta siempre estaba abierta”.
El primer nivel de entendimiento del budismo es la teoría de right view or right understanding. Antes de abordar el problema o asunto de cualquier índole es importante verlo desde la correcta perspectiva para no malgastar el esfuerzo en soluciones equivocadas. Requiere cierta dosis de sinceridad contigo mismo así como cierta distancia emocional.
Lo más divertido de mi actual experiencia es que mucha gente me comenta que siente envidia. Vale, es exótico e infrecuente pasar los cuatro meses entre las paredes de un monasterio rodeada del silencio, dragones, y estatuas con ocho manos y sonrisa de Mona Lisa. Pero los principios que ponemos en práctica son de lo más comunes. El altruismo, la empatía, la belleza de las pequeñas cosas, la postura y concentración se predican desde la familia, religión, escuela y hasta desde el estado (véase mi educación soviética). Entonces porque ahora y no durante los pasados 27 años?
Se me ocurren dos razones:
La primera, aprendemos esos principios desde la posición del “debería” y no “quiero”. La obligación de hacer nunca nos ha permitido ver los beneficios que trae para ambas partes.
La segunda, a medida que crecemos nos damos cuenta que el éxito en la vida no rima con el altruismo. La vida nos impone el ley del más fuerte, y una vez te encaminas sobre sus raíles es casi imposible cambiar de opción. Lo que queda es la vaga y incomoda sensación que debe de haber otro camino que permite la felicidad más duradera y menos dependiente. Pero la vida es tan ruidosa y ajetreada que ahoga cualquier indicio de duda, y si no, para eso están los somníferos.
Maravillosamente esquematizado.
ResponderEliminarPequeña corrección con la humildad de quién sólo habla castellano a quién habla además, ruso, inglés y además aprende chino. Si la palabra empieza por i, y le precede la conjunción y, cambiala por e.
Leyendo tu idea de hoy me acordaba de un chiste de Mafalda. En él, Felipe leía: "Más vale morir de pie que vivir de rodillas", él se sonrojaba, cerraba el libro y decía... "¿Y será muy desonroso subsistir sentado...?".
Bromas y frivolidades a parte, en lo que comentas hay una clave. "Tener éxito en la vida".
ResponderEliminarYo, para mi padre, soy un fracasado comparado con mi primo Victor, profesor de la universidad de ingenieros.
Me parto con el éxito. No sé muy bien donde está el éxito, pero sí tengo muy claro que no está en el reconocimiento social. El éxito, lo ando aún buscando. Genéricamente lo defino como el difícil equilibrio entre preparar el futuro y disfrutar del presente. Si a la mayoría de la gente se le va la mano con el primer término, a mí creo que se me va con el segundo. Pero claro, como no me han informado de cuanto voy a vivir....
La vida está mal organizada.
Recuerdo la primera vez, que sentí ese sentimiento que tan bien describe Victor Manuel: "Convivir venciendo a los demás, nuestra sociedad es un buen proyecto para el mal".
Fue cuando me di cuenta que sonreía al comentar a un amigo que había suspendido una asignatura que yo había aprobado. Reconocí el gesto, y el sentimiento de placer que había detrás. Me avergoncé y sentí un profundo asco de mí mismo. Y a partir de ese momento cambié mis objetivos. Mí única meta sería aprender, y esperaba que cómo resultado aprobase. Todo el mundo lo hacía al revés, su meta era la nota y esperaba (vanamente, por cierto) que cómo resultado aprendiese. Desde ese día me bajé de la carrera por la competitividad, y me alegro cada día de esa decisión.
Yo me doy cuenta de que la única competitividad que vivo es la deportiva. Leí a Eduardo Punset que "el deporte colectivo" (sic) es donde se ha refugiado parte de la competitividad del ser humano actual. Se podría discutir si es inherente al ser humano la competitividad...... al final somos herederos de ese animal cazador que pululaba por el mundo hace miles de años..... que tenía que matar al oso, al bisonte o al de la tribu contraria (mmmmmm...... que poco budista suena todo esto, no? jaja!).
ResponderEliminarPues ese vestigio de competitividad que hay en mí con el deporte no me molesta. Quiero decir que compito báscamente conmigo mismo tratando de ser mejor deportista que el año anterior y disfruto del hecho fisiológico del bienestar de las endorfinas y ver que he mejorado las marcas. Desde la perspectiva externa (de quien no comparte esto) debe resultar de lo más simplón y sin sentido..... pero a pesar de esto, yo le veo dos virtudes:
1. Mi propio bienestar físico, fortaleza, y hasta sentirme bien con mi aspecto físico (qué narcisista y poco budista suena también esto, no? jaja!)
2. Me quita culaquier vestigio de energía reservada a la competitividad laboral (creo que más dañina, porque aquí sí que se compite contra otros, aunque sean de las empresas "rivales")..... aunque está claro que esta actitud también debe ser porque soy funcionario ;-)
La referencia a la envidia (sana) no sé si viene sólo de mí o de más gente.
ResponderEliminarDesde luego aciertas en que "el ruido" y el ajetreo no nos deja ver ese "otro camino"..... probablemente la clave esté en parar como has hecho tú (cuatro meses??? Pffff....se me hace muy largo sólo de pensarlo) y probablemente sea necesario ese tiempo que te has tomado tú para ver la vida desde una perspectiva tan diferente.
A ver qué nos cuentas al final de ese viaje.....
Seguiré eexpectante de tus escritos....
Un abrazo,
Xabi