La vida de los monjes está llena de prohibiciones. Nos imponen reglas y maneras de estar a veces incomprensibles e ilógicas. Prohibido comer entre horas, prohibido reír, correr, hablar, eructar, sentarse de cualquier manera, hacer ruido con los dedos, prohibido remangar los pantalones, prohibido ducharse por la mañana, entrar en cuarto de los chicos, llegar tarde, tener la luz encendida después de las diez, prohibido hacer preguntas, prohibido vivir.
Ninguna practica del pensamiento positivo aguanta semejante ataque de “no se puede”. Aun en ausencia de castigo te ves obligado a obedecer ya que tu elección es voluntaria. Pero tus pensamientos ya están contaminados por la oposición y negativismo.
Y una soleada mañana, aquí todas son soleadas, consientes de la rebelión las monjas te ofrecen la solución.
“Porque no intentáis disfrutar de no hacer?”
Es verdad, porque no?
¡Es verdad, el atractivo de la prohibición!. ¿Mande?.
ResponderEliminarHombre, se le puede ver el atractivo de reducir nuestro abanico de elecciones simplificando la vida. Pero para mí, es un poco pesado recordar todas las normas. Es cómo con la pareja o amigos. Si tienes que pensar en un 10% de temas que no se pueden tocar y que su restricción no es para mí espontánea, cuesta un poco. Si tienes un 75%, es agotador.
Recuerdo mi vida en Zaragoza, con los amigos del piso, con una frase que raramente he vuelto a sentir: "Nuestros pensamientos eran nuestras palabras". Esa paz de ser nosotros mismos al 100%, sin filtros era genial.
No es el atractivo de la prohibición. Es saber disfrutar los estados de la ausencia. La ausencia da valor al tener. Disfrutar de los días del sol porque permiten salir en bici y disfrutar de los días de lluvia porque exculpan la vagancia.
ResponderEliminarNo puedo evitar pensar que idealizas el pasado. Creo que entonces la vida era tan plena porque vivías en beneficio de los otros, mientras ahora la pereza te aislado en una vida mayoritariamente auto satisfactoria.
Así que "disfrutar de no hacer", no está prohibido, pero remangarte los pantalones si; qué cosas oye... :)
ResponderEliminarHola Anna. ¿Idealizo el pasado?. No creas. Creo que soy más feliz ahora. Entonces sufría bastante. Ya lo habrías notado en escritos de la época. Había cosas mejores y cosas peores. La mejor sin duda, tener en el piso amigos con las que las conversaciones eran geniales y las tenías "en tu propia casa".
ResponderEliminarPero había muchas cosas malas. La más gorda era que dependía economicamente de mis padres. Y eso, como tú sabes, es un lastre importante para la felicidad.
Vale, seré mas especifica. Creo que idealizas las relaciones de ataño. Me refiero eso de que éramos nosotros mismos al 100%. Entonces que te impide cultivar relaciones de esta índole ahora?
ResponderEliminarLa dependencia económica de mi madre, por lo que me acuerdo, nunca ha coaccionado mi libertad ni ha restado felicidad a mi existencia. En mi casa el dinero era de todos, y hasta ahora tengo la cuenta compartida con mi madre aunque no gasto de allí. Lo único que nos limitaba era su cantidad pero no la libertad de acceso.
Bueno, pues a mí, sí que me restaba libertad, tenía que dar explicaciones de mi vida porque ellos me mantenían.
ResponderEliminarEso suele ser lo más frecuente por aquí.
Y qué me impide tener relaciones como las de antaño...
Para empezar hay menos tiempo para compartir con los amigos. Vivía con ellos.
Me pasó lo mismo cuando viví con Magdalena y Gabriele. Fue como regresar a aquella época.
Y aquí en Bilbao me siento así con alguna gente. Ahora contigo, con Tono...
Por cierto, me encanta la cara de felíz e inspirada que tienes en la foto.
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