Aprender y desaprender. Llevo recitándolo mientras hago quehaceres diarios. Quiero llenarme los oídos con sus infinitas posibilidades. Como si la repetición pudiese romper las limitaciones que no le permiten a la totalidad de la idea entrar en mí.
Aprender y desaprender. La alternativa a las rigideces de la fe, a los contrastes excluyentes de la moral, a los pilares inamovibles del conocimiento. La formula es su ausencia. Y solo la empatía se osa a ponerla en práctica. Desarma los castillos de los juicios y dogmas propios en beneficio ajeno.
En la disparidad de las realidades individuales solo existe una constante que se repite de la generación a la generación, del individuo al individuo. Las emociones.
Construir la mentalidad de lego con la moral personalizada y valores intercambiables puede ser la clave para relacionarnos con éxito. Y sí, reafirmo la no existencia del bien y el mal, y propongo la alegría, el miedo, la cólera y la tristeza como fenómenos absolutos y la empatía como la guía.
Así, al encontrarnos con las consecuencias del miedo, la rabia o la tristeza, la empatía nos haría compadecernos de las emociones originarias que las producen, en vez de enjuiciar y rechazar sus efectos como lo haría la moral.
Así, haremos el amor, no la guerra, y, consecuentemente, seremos más felices.
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